Una de las cosas que primero nos viene a la cabeza cuando escuchamos hablar de México es la belleza de sus costas. Todos conocemos, aunque sea solo a través de los medios de comunicación, lugares tan hermosos como Cancún, Playa del Carmen o Acapulco.
Sin embargo, este país americano esconde rincones de infinita belleza que son desconocidos para una gran parte del mundo. Uno de esos lugares es la Isla del Espíritu Santo, que fue descubierta por Hernán Cortés durante su viaje a la península en 1534. En ese momento, el conquistador la nombró Isla de las Perlas por la gran cantidad de ostras que encontró. Más tarde, a mediados del siglo XVII, la bautizaron con su nombre actual.
Esta isla de 99 kilómetros de área presenta unas playas con numerosos acantilados donde se pueden observar estratos volcánicos multicolores. Sus contrastantes parajes desérticos y acantilados rojizos de arcilla se yuxtaponen con un mar azul turquesa, dando como resultado un paisaje impresionante.
Actualmente, la isla se encuentra deshabitada y tan solo la visitan buzos, pescadores y turistas que quieren pasar el día en sus espectaculares playas. Además, es el refugio de diferentes especies endémicas como la garza real, el halcón de cola roja, el gato cola de campana y la liebre negra. Aunque también se encuentran lobos marinos y focas. Cuando la marea baja lo permite, es posible la comunicación con la Isla Partida, que está separada de Isla del Espíritu Santo por un canal.
Una de las playas más famosas de la Isla del Espíritu Santo es Playa Ballena, un rincón totalmente paradisiaco de cientos de metros de longitud que está ubicado directamente frente a la Isla Ballena. Candelero es otra de las playas más atractivas. Este lugar cuenta con un espectacular risco que divide a la bahía en dos con varios islotes separados e islas más grandes en el centro de la bahía. Otras playas importantes son Dispensa, San Gabriel, Ensenada de Pescadores, Mesteño y playa Partida.