Arena negra, arena dorada, áridas, con vegetación… Lanzarote ofrece una enorme variedad de paisajes de playa muy distintos entre ellos pero cada una de ellas con un encanto particular.
La playa de Papagayo, cercana a Playa Blanca, es unas de estas playas que merece la pena visitar aunque sea una vez en la vida, caracterizada por el fuerte contraste de roquedos negros de origen volcánico bordean la playa alzándose sobre una clarísima arena dorada quemada por el sol.
Son precisamente estos acantilados los que crean la pronunciada forma de herradura la bahía, que forma así una especie de piscina casi cerrada al océano atlántico, con unas preciosas aguas turquesa oscurecidas por las rocas submarinas.
Poco reservada en cuanto al acceso, esta tranquila playa es un buen lugar si quieres disfrutar de un alegre ambiente vacacional sin alojarte en las playas más típicas y concurridas de la isla.
Desde el Papagayo podrás avistar Fuerteventura y el islote de Lobos, así como contemplar uno de los mejores atardeceres que hayas visto en la vida.
Por todo esto, la caleta es sin duda la más bella y fotogénica de todas las playas que forman las ‘Playas de Papagayo’; quizá por eso sea la que tiene el honor de llevar el nombre principal. Sin embargo, también merece visitar el resto de playas que se extienden en los más de siete quilómetros de esta costa de Yaiza, entre las que se encuentran, además de la mencionada, Playa Mujeres, Playa del Pozo, Playa de La Cera, Puerto Muelas y la Caleta del Congrio.
Todas ellas comparten la belleza de la del Papagayo, así como la particularidad de ser un lugar en el que podrás elegir si quieres practicar nudismo o tomar el sol con tu bañador, pues ante todo se respeta la libertad de decisión de cada uno.